En los procesos que establece
pintar, he comprendido que se
juega una especie de memoria, además
de la
relacionada a la
tradición, lo está
al establecerse el dialogo dual
permanente entre miradas, la
que se realiza hacia el
modelo y la que
se hace hacia
la pintura.
Cuando
me enfrento al lienzo en blanco no está del todo vacío sino está contenido, lleno, de clichés, conceptos, informaciones, que debo
depurar. Mi intento y
acierto en estas pinturas
ha sido buscar en
la memoria corporal. Mi mano adiestrada,
después de años de práctica, en conjunción
con el estudio constante de la
mimesis o emulación de la
figura humana me ha llevado a
querer explorar emancipándome
del referente en función de crear
una propia corporalidad partiendo de
mi propio cuerpo.
Me noto en
este proceso, simulando
las posturas y
gestos que he de
pintar para entenderlas y poder así
transmitirlas al lienzo. Mucho parte del dibujo, las
atmósferas se generan con el
pigmento, observando cómo
fluctúan sorbe la superficie,
ajustando o anulando las relaciones
dinámicas que se
establecen. Los colores
establecen el ambiente, son la
melodía y esta casi
siempre es sombría
y melancólica como el ritmo
de mi propio cuerpo al pintar.